En este primer artículo del nuevo blog que hoy iniciamos vamos a empezar aclarando conceptos. Casi nadie suele saber las diferencias reales que existen entre un préstamo y un crédito. Es frecuente que confundamos o mezclemos ambos términos y digamos “tengo que pedir un préstamo” o “voy a pedir un crédito” pensando que significan lo mismo, cuando en realidad son conceptos distintos.
En el préstamo la entidad financiera pone a disposición del cliente una cantidad fija de dinero y el cliente se compromete a devolver esta cantidad, más unas comisiones e intereses determinados en un plazo acordado de tiempo. Suele ser un producto a medio o largo plazo y las cuotas para devolverlo suelen estar fijadas de forma mensual, trimestral o semestral. Se suelen conceder a particulares, por lo que requieren un aval, y no admiten renovación.
En el crédito la entidad financiera pone a disposición del cliente, en una cuenta de crédito, el dinero que este necesite hasta una cantidad de dinero máxima. Los intereses simplemente se pagan por el dinero que hemos utilizado, el resto está a nuestra disposición pero sin que por ello tengamos que pagar intereses. Al término del plazo, el crédito si admite la posibilidad de renovación o ampliación del máximo disponible, y los plazos de amortización son más cortos normalmente.
Los tipos de interés de los préstamos suelen ser más bajos que los de los créditos, aunque, como ya hemos comentado antes, se deben pagar intereses por la totalidad del importe concedido. Los plazos de amortización son normalmente más cortos en los préstamos.
Los préstamos los solemos usar para comprar bienes de larga duración como viviendas y coches, es decir, productos de los que conocemos su precio. Los créditos, sin embargo, los suelen utilizar profesionales, empresarios o autónomos, que necesitan liquidez y que no saben exactamente cuándo ni cuánto van a necesitar.